lunes, 3 de agosto de 2009

La chica equibocada

Él creía que sería un día normal. Uno como cualquiera de los otros. Otro viernes más, de salir a la noche, de disfrutar, de bailar, reirse y pasarla bien. Pero se equivocaba...

Había elegido salir al mismo lugar de siempre, dónde iban sus amigos, dónde siempre la pasaba de maravillas, dónde la música era buenísima y las pistas de bailes se podían elegir entre varias que había. Temprano como siempre, para la hora de apertura, él, juntos a casi todos sus amigos, hacían la cola para entrar. Tirando un comentario como chiste, habían apostado a que uno de ellos se llevaría una grata sorpresa, conociendo a una chica que realmente valiera la pena; de hecho, ellos, todos, estaba solteros hacía tiempo largo.
La noche se desarrollaba con normalidad, hasta que ella llegó. Era una rubia, flaca, alta, de pelo lacio y ojos verdes. Parecía una mujer ideal para un hombre que la mereciera. Sin dudarlo ni pensarlo dos veces, él salió a su encuentro. La invitaría a bailar, quizás a tomar algo y depués.. No le importaba el después.
Las cosas se dieron de buena manera. Ellos pudieron conversar, tomar un trago, y hasta incluso, darse un beso que para su mente duró más que un simple instante. Él parecía estar perdidademente enamorado de ella. Luego de un rato largo sin poder hacer nada más, quedaron en encontrarse a la siguiente noche en otro boliche. Parecía que ella también era de mucho salir. Amaba la noche y los boliches.

Él, esperó el día seguiente con ansias. Casi no había podido dormir de los nervios. No entendía que le pasaba. En cambio ella, no tenía nada de qué preocuparse. Era un pibe más en su vida. Siquiera tenía pensado ir esa noche a ese boliche. De echo, no le importaba demasiado.
Convencido de que todo le iba a salir como lo planeado, él se preparó de la mejor manera y más rápido que nunca. Había estado loco toda la tarde y la incertidumbre, la ansiedad y las ganas lo hacían exaltarse. Esa noche se había jurado no fallar. La invitaría a salir otro día a solas en un ambiente más favorable para hablar y conocerla más.
Pero todo fue en vano. Esa noche ella no acudió como había prometido, y él pensó que había pasado la peor noche de su vida; aunque claro que no sabía lo que le avecinaba.

Durante la semana entera, se quedó pensando en ella. En su forma de ser, su mirada, su cara y su cuerpo. No podía no volver a verla, la necesitaba. Como nunca había creído en el amor a primera vista, no lo entendía.
Otros findes pasaron. Él salía sólo para intentar encontrar a ella, mientras que ella no hacía más que salir a otros lugares lejanos para no cruzarlo. Parecía todo una triste historia de amor. Ella no se animaría a verlo nuevamente a la cara.

Un par de meses pasaron. El destino los unió nuevamente. El boliche de la desgracia fue el mismo que el de la primera ocasión. La única diferencia, era sólo de tiempo, de meses. Ella lo quizo esquivar, pero él fue astuto y no la dejó escapar. Luego de pocas palabras, largos besos y unos tragos que hicieron que ambos se olvidasen todo al día siguiente, ella le pasó su celular y su cuenta de msn. Al fin y al cabo, no quería reconocer que ella también se estaba enganchando de a poquito.

...

Nuevamente todo había sido en vano. Otro mes había pasado. Ella no se conectaba, no respondía sus mail ni su celular, que siempre daba como un cliente fuera de servicio. Parecía a propósito. Pero él se negaba a aceptar la realidad de que todos sus datos eran falsos.

Otro día, quizás gracias al destino, tal vez a la casualidad, quién sabe, ellos se volvieron a cruzar. Pero esta vez, había sido en una plaza, ambos haciendo diversas compras para sus padres. El día del Padre se acercaba y ninguno se podía dar el lujo de no regalarle nada a uno de los dos seres que los habían traído al mundo.
No faltó la oportunidad de sentarse a hablar, de aclarar la situación y de realizar las respectivas compras juntos. Él conoció sus gustos y se dio cuenta de que eran bastantes parecidos a los suyos. Ella conoció un poco más la hermosura de su interior y comenzó a sentirse atraída. Si era la última vez que se veían, ambos querían pasarla bien, y cerraron su gran tarde con un gran beso que prontamente, sin saberlo, quedaría en el olvido.

Ella se había disculpado por su desconfianza y de dar sus datos falsos, pero que tenía prohibido entregar los verdaderos en la primera cita. Él, tan sólo la perdonó sin más, sin importar todo lo que hasta el momento había sufrido. Ambos confiaban en que en una de esas noches ellos se encontrarían nuevamente en su boliche preferido: el mismo en el cual se habían visto por primera vez.




Y hoy cuento la historia. De este chico que se quedó con el corazón partido, esperando a ella que nunca volvería. Su vida estaba bien sin él, y no se la complicaría. Su ex había vuelto y ella no había podido poner resistencia alguna y había cedido y hasta perdonado la infidelidad del otro. Ella no era una chica de complicaciones. No se arriesgaría teniendo algo más seguro mucho más cerca y al alcance de su mano.
Él, había quedado lamentablemente enganchado. Las charlas que con ella había tenido vía chat, le habían podido conquistar el corazón. Pese a que nunca se había dado por vencido, nada podía hacer: ella ya no se conectaba más. Sólo añoraba su pasado. Releía su historial de conversaciones, todos los mensajes que le mandaba y sólo lloraba en silencio.

El tiempo había pasado. Aún dos años no eran suficientes para el olvido. Y él se preguntaba diariamente en qué había fallado. Se preguntaba, qué había hecho mal. Se preguntaba sobre el por qué de tanto sufrimiento. Pero lo que él no entendía, era que ella había sido una más de las tantas jóvenes que provocaban noche a noche sin motivo alguno y sólo para conseguir a chicos tontos como él, que la quisieran en serio; de esa manera, se aseguraba un juguete nuevo y distinto a todo lugar que fuera. Tardaría mucho en cambiar.