martes, 31 de agosto de 2010

Decepcionados

Él era como los chicos de antes. Nada que ver en comparación a los del día de hoy que, en general, no son más que simples atorrantes que se creen que se puede jugar absolutamente con todo. Sin embargo, cometía errores. Decidirse para él era muy complicado, sobre todo cuando de personas que realmente quería se trataba y cuando él mismo estaba en el medio de la transición entre su anterior y nuevo yo, indeciso entre las ventajas y desventajas de cada forma de ser.
Sin embargo, no parecía ser el único, y mucho menos cuando del sexo opuesto se hablaba. Ella era única. Especial y diferente. Sin miedo alguno a decirlo, él la catalogaba como extraordinaria.

Ellos tan sólo hablaban de vez en cuando y aún menos se veían personalmente. Ella no sabia del amor de él, y él sólo miraba esos pequeños detalles que sucedían entre ellos que lo hacían ilusionar. Las esperanzas eran protagonistas de sus largos días de pensamientos prolongados, y sólo los amigos eran los únicos capaces de traerlo a la realidad nuevamente; no querían verlo nuevamente caer.

Tanto para él como para ella, no había forma alguna de que se dieran cuenta de lo que al otro le sucedía, o por lo menos él pensaba que a ella también le sucedía. Sólo eran raras excepciones como sus simples y fuertes cruces de miradas, ambas de colores claros, lo que a otras personas les podía dar un leve indicio. Pero el actuar de ambos, era simplemente el mismo que con sus amigos; eso, complicaba aún más las cosas.

Sin embargo, esos eran simples detalles, tal vez insignificantes. Ninguno de los dos estaba en condiciones de amar en los momentos actuales. Historias pasadas justificaban con creces ese pensamiento y hasta terrible sentimiento; mas la realidad tristemente era inevitable.

Los días sucedían con lo que el común de la gente llama normalidad, mientras suspiros volaban instante tras instante por los aires de las casas de esas dos personas que tan sólo unas simples y pocas cuadras dividían. Ambos tenían absolutamente todas las formas de contactarse, pero ninguno lo hacía. Estaba claro que las distancias auto provocadas por ellos mismos, alentaba al sufrimiento personal individual y a nadie eso le hacía bien.


Él acudió, cansado ya, a una de esas amigas que ella consideraba como hermana. Su personalidad de querer empezar o terminar de una vez con esto, no contrastaba para nada con la de ella, reservada y con más miedos que oportunidades. Finalmente, con la timidez de un niño, simplemente preguntó si había posibilidades, si valía la pena hacerse ilusiones...

Pero todo fue en vano. Largas, contundentes y negras lágrimas se desparramaron por la cara de él. No bastaron palabras como respuesta. Los signos inequívocos se hicieron perceptibles al instante en la cara de ella. No hubo disimulación posible, tampoco sorpresa ni decepción. Todo parecía ser el final...


No habían pasado ni media decena de días, para cuando él decidió ir en busca de la pérdida de la amistad. La amiga no había hecho comentario alguno, pero se la notaba triste y nerviosa en presencia de él y ella juntos. Sus palabras y actitudes daban mucho a sospechar.
Fue algo simple, y más bien como rutinario. Salido de clase, se hizo el desentendido y se dejó guiar por la fuerza del órgano llamado corazón. Cruzó la calle y simplemente en un suspiro largó ese sentimiento que tenía dentro, ese que tanto se había agrandado más por debilidad, deseos y fantasías que por amor.
La respuesta, fue obvia y en ningún momento requirió mención. Con la frente bien en alto, como si nada hubiese pasado, él se retiró cortesmente y agradeciendo por el tiempo brindado.



Él ya había llorado y descargado suficiente cantidad de lágrimas. Bastó simplemente un día más de soledad y todo volvió a la normalidad.




Después de todo, él ya estaba acostumbrado al rechazo. Pero siempre se quedaba con el orgullo propio de la valentía, que nadie podía descubrir ni sabía valuar ni distinguir de entre sus cualidades.
Finalmente, él tenía razón. No la amaba. Y ella tampoco a él. Ese sentimiento que parecía imposible de volver a tener, se hacía cada vez más lejano. Las circunstancias adversas hacían que el ciclo se repitiera.
Hoy, como desde el día que habían nacido, tanto él como ella, se fueron a dormir solos, cada uno en su propia cama, soñando con que el amor alguna vez llegaría a su puerta nuevamente.
A ambos se los notaba decepcionados.

5 comentarios:

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  2. - siempre se quedaba con el orgullo propio de la valentía - Resalto esta frase :)

    Me gusto mucho, beso!

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  3. Comienzo mi ruta por la senda de tus letras... agradezco hayas llegado hasta mi blog.-
    Me empiezo a adentrar por la escritura que al descubierto deja tu esencia.-
    Un abrazo!

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  4. ola!!! es impresionante el enfoque que le has dado. en ningun momento me resultó aburrido.

    Ninguno de los dos estaba en condiciones de amar en los momentos actuales

    es una buena frase para abrir un debate.

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  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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